Nunca entendí, hasta hace poco, porqué la Coalición liderada por los Estados Unidos de Bush no entraron en Irak en 1991, deponiendo a Saddam.
Ahora ya lo sé: de haberlo hecho, se habría creado un vacío de poder en el país; los kurdos habrían buscado la independencia, inquietando y alterando a la vecina Turquía; los chiíes, afincados en las provincias del Sur, habrían mirado con buenos ojos la adhesión al Irán de los ayatolás, fortaleciando su régimen; el flujo de crudo se habría reducido, sino agotado; y, lo más importante, Irak no podría actuar como contrapeso de Teherán. El caos sería generalizado desde Yemen al Indo.
Este, creo, es un ejemplo paradigmático del pragmatismo de la política exterior norteamericana, que sin duda deberíamos imitar más a menudo, porque un tirano puede favorecernos más de lo que estamos dispuestos a reconocer, tan asquerosa y políticamente correcta es nuestra sociedad.
Guy Fawkes
miércoles, 12 de septiembre de 2007
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