El Estado somos todos, dicen. Sin duda esta acusación de complicidad cae en saco roto cuando analizamos lo que implicaría formar parte activa de esta mascarada que es el Estado. Los gobernantes pretenden justificar sus abusos aduciendo que, siendo ellos el resultado del voto del pueblo, sus actos son voluntad del pueblo. Sin embargo, esto no es así. Si se le preguntara al pueblo qué afinidad siente con los políticos que le gobiernan, su respuesta sería en todo caso que casi nula. Esta enorme verdad, que ahoga y hace sudar frío al más templado de los gobernantes, tiene una sencilla solución: transformar la verdad de tan sibilina y profesionalmente que el ciudadano de a pie se identifique con la nueva situación. Así, si los impuestos que paga la ciudadanía son, en un principio, para el acondicionamiento y ampliación de la red de carreteras del Estado, tampoco es un problema el hecho de que un determinado porcentaje (bajo, sí, pero millonario a fin de cuentas) vaya a parar al bolsillo del gobernante de una forma u otra, ya sea a modo de sueldo inflado mediante decretazo, ya sea mediante dietas extraordinarias, entre otras. El pueblo aceptará este nuevo atropello con la naturalidad de quien ha sido debidamente adoctrinado por el aparato mastodónico al servicio del Estado que son los mass media arrimados al poder y que, todo sea dicho, obtienen pingües beneficios a costa de este montaje que abotarga la mente al pueblo expoliado.
El Estado no somos todos. De él quedan excluídos los engañados, estafados, abusados, adoctrinados, atracados, inducidos, engatusados, saqueados. El Estado son ellos, y a por ellos vamos. Desde ya.
Guy Fawkes
martes, 30 de octubre de 2007
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