Nuestra juventud languidece en un mar de desperdicios mentales. Ignorante ella, vive ansiosa de lo superfluo, de la estética, sin llegar a comprender que las grandes y verdaderas revoluciones sociales poco o nada tienen que ver con la cáscara. Día tras día, pintorescos jóvenes asaltan las calles portando el estandarte de la futilidad, ondeando la bandera de la vacuidad. Controlados por un Estado que les inyecta las convicciones más absurdas a defender con el disfraz más carnavalesco e imbécil, erróneamente se creen libres en la elección de su facha.
¿Cuánto tiempo más deberemos aguantar a esos falsos revolucionarios encadenados a una determinada indumentaria, que no hacen más que corear lo que se les dice que coreen bajo una imagen que, por ridícula, les presenta aún más patéticos si cabe ante los ojos de la sociedad restante?
Guy Fawkes
jueves, 23 de agosto de 2007
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